Los cuatro puntos cardinales son tres: el Norte y el Sur.

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jueves, 30 de agosto de 2012

El deseo nos nace a cada alba, en cada muda palabra.



"Dánae". Gustav Klimt




EL DESEO DE LA PALABRA



La noche, de nuevo la noche, la magistral sapiencia de lo oscuro, el cálido roce de la muerte, un instante de éxtasis para mí, heredera de todo jardín prohibido.

Pasos y voces del lado sombrío del jardín. Risas en el interior de las paredes. No vayas a creer que están vivos. No vayas a creer que no están vivos. En cualquier momento la fisura en la pared y el súbito desbandarse de las niñas que fui.

Caen niñas de papel de variados colores. ¿Hablan los colores? ¿Hablan las imágenes de papel? Solamente hablan las doradas y de ésas no hay ninguna por aquí.

Voy entre muros que se acercan, que se juntan. Toda la noche hasta la aurora salmodiaba: Si no vino es porque no vino. Pregunto. ¿A quién? Dice que pregunta, quiere saber a quién pregunta. Tú ya no hablas con nadie. Extranjera a muerte está muriéndose. Otro es el lenguaje de los agonizantes.

He malgastado el don de transfigurar a los prohibidos (los siento respirar adentro de las paredes). Imposible narrar mi día, mi vía. Pero contempla absolutamente sola la desnudez de estos muros. Ninguna flor crece ni crecerá del milagro. A pan y agua toda la vida.

En la cima de la alegría he declarado acerca de una música jamás oída. ¿Y qué? Ojalá pudiera vivir solamente en éxtasis, haciendo el cuerpo del poema con mi cuerpo, rescatando cada frase con mis días y con mis semanas, infundiéndole al poema mi soplo a medida que cada letra de cada palabra haya sido sacrificada en las ceremonias del vivir.




LA PALABRA DEL DESEO



Esta espectral textura de la oscuridad, esta melodía en los huesos, este soplo de silencios diversos, este ir abajo por abajo, esta galería oscura, oscura, este hundirse sin hundirse.

¿Qué estoy diciendo? Está oscuro y quiero entrar. No sé qué más decir. (Yo no quiero decir, yo quiero entrar.) El dolor en los huesos, el lenguaje roto a palabras, poco a poco reconstituir el diagrama de la irrealidad.

Posesiones no tengo (esto es seguro; al fin algo seguro). Luego una melodía. Es una melodía plañidera, una luz lila, una inminencia sin destinatario. Veo la melodía. Presencia de una luz anaranjada. Sin tu mirada no voy a saber vivir, también esto es seguro. Te suscito, te resucito. Y me dijo que saliera al viento y fuera de casa en casa preguntando si estaba.

Paso desnuda con un cirio en la mano, castillo frío, jardín de las delicias. La soledad no es estar parada en el muelle, a la madrugada, mirando el agua con avidez. La soledad es no poder decirla por no poder circundarla por no poder darle un rostro por no poder hacerla sinónimo de un paisaje. La soledad sería esta melodía rota de mis frases.



Alejandra Pizarnik



 

 




Ella hubiera querido



Ella hubiera querido
tener muslos
y piernas
y una nariz perfecta
sólo para el que nunca la miraba.
Le pusieron un nombre de suicida
que ahora se confunde con el de una estrella
(sólo una estrella
vive muerta en su fulgor).
Aunque es rica en palabras
siente miedo
y paga un poco de amor
con lo que ya no escribirá.
Esta noche sale a incendiar el mundo
y vuelve sola
con su gesto de actriz
con su glamour de feria.


Alejandro Fonseca



 

La casa del horror (1927)

Ostenta la triste leyenda de ser (rivalizando con la versión de 10 horas de "Avaricia" -Greed-, de Erich von Stroheim) la película de cine más importante que se ha perdido debido al paso del tiempo. En las mismas fechas en las que se declaraba irremediablemente perdida, tras descubrir sus últimos rastros en pases durante los años sesenta, comenzaron a circular rumores de que un coleccionista privado guardaba una copia. Desgraciadamente parece ser que no era cierto, y que esta última colaboración de Lon Chaney (legendaria estrella de "El fantasma de la Ópera" -The Phantom of the Opera-) con Tod Browning (director de "La parada de los monstruos" -Freaks- y "Dracula")... se ha perdido para siempre. En "London After Midnight" Chaney interpretaba un doble papel como inspector de Scotland Yard y como un terrorífico vampiro, ambos protagonistas de los misteriosos sucesos que acontecen en una mansión londinense.



Retazos XIV




Y ves que los renglones se estrechan,
las letras se amontonan
y comprendes el hueco imposible,
el espacio que nunca compartimos
y este bello recurso de contarte la vida
poblando de historia y de sueños
las hojas tibias del dolor
que tanto me recuerdan tus muslos o tu espalda.

Javier Egea 
Fotografía: Handri Fitrido




Se desnudó.
Dejó atrás sus vestiduras
de presidio y voló
más allá de su propia sombra.
Trepó desde el silencio
hasta el alféizar de mi noche.
Y allí se posó: cantando
palabras repletas de avidez
y juventud, impúdicos
vocablos embriagados
por el néctar de mil y una
locuras; herejías provenientes
de quién sabe qué cielo.
Fue así como llegó
hasta mí el trino de sus alas,
el verde batir de sus ojos,
sus plumas engastadas
en la piel de una sonrisa.
Incasable, se derrama
sobre las palmas abiertas
de las hojas, con la voracidad
del llanto
de un delirio recién nacido.
Se entretiene jugando
a contar cada pliegue de las olas
y se empeña en traducir esas
conversaciones que en secreto
mantiene el viento con los recodos
más remotos de la tarde.
Anidaste en la rama de mis horas.
Picoteas la ternura
como quien comete un crimen
atroz y pasional. Y aunque
tu canto se escriba desolador
como los páramos de Comala,
de la tierra en la que siembras
universos,
cicatrices
y demás criaturas,
brota el árbol de las frutas
más deliciosamente prohibidas.
Vuela, ave libre...
Sé que no hay jaula
en la que quepan tus sueños.
No olvides que un día
anidaste en la rama de mis horas.
No dudes de que, entre
la fronda de mis incertidumbres,
hallarán siempre cobijo tus palabras
y tus silencios.


Héctor Vargas Ruiz



ELECTRA: ¡Yo lo espero sin cesar, desventurada, no casada y sin hijos! Y ando siempre errante, anegada en lágrimas y sufriendo penas sin fin de mis males. Y él no se acuerda ni de mis beneficios ni de las cosas ciertas de las que le he advertido. ¿Qué mensajero me ha enviado, en efecto, que no me haya engañado? ¡Desea siempre volver, y deseándolo, no vuelve jamás!

Sófocles





Fotografía: Vo Anh Kiet







Las pompas de jabón que este chiquillo
se entretiene en soltar por la pajita
son, traslúcidamente, toda una filosofía.

Claras, inútiles y pasajeras como la Naturaleza,
amigas de los ojos como las cosas,
son lo que son
con una precisión redondita y aérea,
y nadie, ni aun el niño que las suelta,
pretende que sean más que lo que parecen ser.

Algunas apenas se ven en el aire lúcido.
Son como la brisa, que apenas roza las flores al pasar
y de la que tan sólo sabemos que pasa
porque algo se aligera en nosotros
y todo lo acepta más nítidamente.


Fernando Pessoa





lunes, 27 de agosto de 2012

Loca




"Mala noche" Antoine D'Agata




La noche, que es siempre ambigua,
te enfurece -color
de ginebra mala, son
tus ojos unas bichas.

Yo sé que vas a romper
en insultos y en lágrimas
histéricas. En la cama,
luego, te calmaré

con besos que me da pena
dártelos. Y al dormir
te apretarás contra mí
como una perra enferma.



Jaime Gil de Biedma









El loco

Fotografía: A R
 
 
 
 
 
He vivido entre los arrabales, pareciendo
un mono, he vivido en la alcantarilla
transportando las heces,
he vivido dos años en el Pueblo de las Moscas
y aprendido a nutrirme de lo que suelto.
Fui una culebra deslizándose
por la ruina del hombre, gritando
aforismos en pie sobre los muertos,
atravesando mares de carne desconocida
con mis logaritmos.
Y sólo pude pensar que de niño me secuestraron para una alucinante batalla
y que mis padres me sedujeron para
ejecutar el sacrilegio, entre ancianos y muertos.
He enseñado a moverse a las larvas
sobre los cuerpos, y a las mujeres a oír
cómo cantan los árboles al crepúsculo, y lloran.
Y los hombres manchaban mi cara con cieno, al hablar,
y decían con los ojos «fuera de la vida», o bien «no hay nada que pueda
ser menos todavía que tu alma», o bien «cómo te llamas»
y «qué oscuro es tu nombre».
He vivido los blancos de la vida,
sus equivocaciones, sus olvidos, su
torpeza incesante y recuerdo su
misterio brutal, y el tentáculo
suyo acariciarme el vientre y las nalgas y los pies
frenéticos de huida.
He vivido su tentación, y he vivido el pecado
del que nadie cabe nunca nos absuelva.
 
 
 
Leopoldo María Panero
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Palabras


Fotografía: Someone Else




"Están llenas de ecos, de memorias, de asociaciones. Han estado por todas partes: en los labios de la gente, en las calles, en sus casas, en los campos, por tantos siglos.
(...) Son la más salvaje, libre, la más irresponsable, la más inenseñable de todas las cosas. Por supuesto, puedes atraparlas y distribuirlas y colocarlas en orden alfabético en los diccionarios. Pero las palabras no viven en diccionarios. Viven en la mente.

(...) Son altamente sensibles, y fácilmente se incomodan y apenan. No les gusta que se discuta su pureza o impureza. Son muy democráticas, también. Piensan que una palabra es tan buena como la otra, y las palabras mal educadas tan buenas como las educadas, y las incultas tan buenas como las cultas: no hay rangos ni títulos en su sociedad. Tampoco les gusta ser examinadas por separado. Se pasean juntas, en enunciados, en párrafos - a veces en páginas enteras a la vez. 
Odian ser útiles, odian hacer dinero, odian que se les den lecciones en público. En pocas palabras, odian cualquier cosa que les estampe un significado o las confine a una actitud, pues su naturaleza es cambiar."






Virginia Woolf

Cromos de cine XVI




Comer acompañado sabe mejor.


Hara Kiri. Muerte de un samurai.









Algunas personas nunca cambian.


Los edukadores









Él seguía andando.... pero su sombra estaba quieta.


El extranjero













Entré por su propia voluntad y dejé aquí parte de la felicidad que se lleva consigo.

Bram Stoker's Dracula












Un hombre tiene que hacer lo que debe para proteger a su familia.


Mystic River



 



Sin sueños no se puede vivir.


Mi vida sin mí







 

jueves, 23 de agosto de 2012

Fresas de frases XII

Me da pena pensar que algún día querré 
ver de nuevo este espacio, tornar a este instante.

Me da pena soñarme rompiendo mis alas
contra muros que se alzan e impiden que pueda volver a encontrarme.
 
 
 
 
 José Hierro
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
¿Por qué otra cosa
dejarías caer todo aquello
que has acumulado?

Louise Glück
 
 
 
 
Fotografía: Haleh Bryan
 
 
 
 
Escucha cuán rápido me late tu corazón. 
 
Wislawa Szymborska
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Te regalaré un abismo, dijo ella.
 
Roberto Bolaño





Nuestras palabras
nos impiden hablar.
Parecía imposible.
Nuestras propias palabras.

Pedro Casariego Córdoba
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 







Berzinsh

lunes, 20 de agosto de 2012

Vbocales: las tres as del uno. Una u entre dos.






Anoche me levanté dormido, estaba sediento.

Y me diste más sed.

Bajo las almohadas de la sangre.... dos fucsias con pequeñas luces de posición.... cóncava y convexa, como la plastilina que se moldea con el pestañeo....

...y con el querer.

Eso es el poder. El querer, de corazón.

No hay más.





Fotografía: C-man


     














Vocales para Hilda

La que duerme ahí, la sagrada,
la que me besa y me adivina,
la translúcida, la vibrante,
la loca
de amor, la cítara
alta:

tú,

nadie
sino flexiblemente
tú,
la alta,
en el aire alto
del aceite
original
de la Especie:

tú,

la que hila
en la velocidad
ciega
del sol:

tú,

la elegancia
de tu presencia
natural
tan próxima
mi vertiente
de diamante, mi
arpa,
tan portentosamente mía:

tú,

paraíso
o
nadie
cuerda
para oír
el viento
sobre el abismo
sideral:

tú,

página
de piel más allá
del aire:

tú,





Fotografía: C-man


manos
que amé,
pies
desnudos
del ritmo
de marfil
donde puse
mis besos:

tú,

volcán
y pétalos,
llama;
lengua
de amor
viva:

tú,

figura
espléndida, orquídea
cuyo carácter aéreo
me permite
volar:

tú,

muchacha
mortal, fragancia
de otra música
de nieve
sigilosamente
andina:

tú,

hija del mar
abierto,
áureo,
tú que danzas
inmóvil
parada
ahí
en
la transparencia
desde
lo hondo
del principio:



cordillera, tú,
crisálida
sonámbula
en el fulgor
impalpable
de tu corola:

tú,

nadie: tú:
Tú,
Poesía,
tú,
Espíritu,
nadie:

tú,

que soplas
al viento
estas vocales
oscuras,
estos
acordes
pausados
en el enigma
de lo terrestre:

tú:



Gonzalo Rojas




Fotografía: Tom Chambers


















No hay mayor lujuria que el pensar.
Se propaga este escarceo como la mala hierba
en el surco preparado para las margaritas.

No hay nada sagrado para aquellos que piensan.
Es insolente llamar a las cosas por su nombre,
los viciosos análisis, las síntesis lascivas,
la persecución salvaje y perversa de un hecho desnudo,
el manoseo obsceno de delicados temas,
los roces al expresar opiniones; música celestial en sus oídos.

A plena luz del día o al amparo de la noche
unen en parejas, triángulos y círculos.
Aquí cualquiera puede ser el sexo y la edad de los que juegan.
Les brillan los ojos, les arden las mejillas.
El amigo corrompe al amigo.
Degeneradas hijas pervierten a su padre.
Un hermano chulea a su hermana menor.

Otros son los frutos que desean
del prohibido árbol del conocimiento,
y no las rosadas nalgas de las revistas ilustradas,
pornografía esa tan ingenua en el fondo.
Les divierten libros que no están ilustrados.
Sólo son más amenos por frases especiales
marcadas con la uña o con un lápiz.


Wislawa Szymborska








Quise decirle: "Ven a mí, ahora que nadie nos ve, ahora que lo verde de este maléfico jardín entró en la austeridad anónima de una noche de verano. Ven a mí: si vienes, las estrellas seguirán siéndolo, la luna no se cambiará con colores ultrajantes ni habrá metamorfosis dañinas. Nadie verá que tú vienes a mí. Ni siquiera yo, pues yo ya estoy muy lejos, yo ya estoy en otro mundo, amándote con una furia que no imaginas. Ven a mí si quieres salvarte de mi locura y de mi rabia, ten piedad de ti y ven a mí. Nadie lo sabrá, ni siquiera yo, pues yo estoy vagando por las calles de otra ciudad, vestida de mendiga vieja, acoplando tus nombres a canciones obscuras que son como puñales para fijar mi delirio. Mi sangre, mi sexo, mi sagrada manía de creerme yo, mi porvenir inmutable, mi pasado que viene, mi atrio donde muero cada noche. Oh ven, nada ni nadie lo sabrán nunca. Aun cuando yo no lo quiera ven. Aun cuando yo te odio y te abandone, ven y tómame a la fuerza". (De Pizarnik a Alejandría)

Jamás te lo diré aunque me muera de pena.

Jamás me lo digas.

Porque Alejandra aunque dice que adora a los gatos ama a los perros.

No me ames.

Ama.

Ama.

Ama.

Amáte, eres demasiado buena y hermosa para un callejero y lunático perro.










Descompresión preotoñal






























Nueve reinas (2000)


La mujer del cuadro (1944)


Roma ciudad abierta (1945)


jueves, 16 de agosto de 2012

Los hombres huecos

...



I

Somos los hombres huecos
somos los hombres rellenos
apoyados uno en otro
la mollera llena de paja.¡Ay!
Nuestras voces resecas, cuando
susurramos juntos
son tranquilas y sin significado
como viento en hierba seca
o patas de ratas sobre cristal roto
en la bodega seca de nuestras provisiones

Figura sin forma, sombra sin color,
fuerza paralizada, gesto sin movimiento;

los que han cruzado
con los ojos derechos, al otro Reino de la muerte
nos recuerdan -si es que nos recuerdan- no como
perdidas almas violentas, sino sólo
como los hombres huecos
los hombres rellenados.


II 

Ojos que no me atrevo a encontrar en sueños
en el reino del sueño de la muerte
esos ojos no aparecen:
ahí, los ojos son
luz del sol en una columna rota
ahí, hay un árbol meciéndose
y las voces son
el canto del viento
más lejanas y más solemnes
que una estrella que se apaga.

No me acerque yo más
en el reino del sueño de la muerte
revístame yo también
de tan deliberados disfraces
pelaje de rata, piel de cuervo, palos cruzados
en un campo
comportándome igual que el viento
sin acercarme más...

No ese encuentro final
en el reino crepuscular.


III

Esta es la tierra muerta
esta es la tierra del cactus
aquí se elevan las imágenes
de piedra, aquí reciben
la súplica de la mano de un muerto
bajo el titilar de una estrella que se apaga.

Así es
en el otro reino de la muerte
despertar solo
a la hora en que
temblamos de ternura
labios que querrían besar
forman oraciones de piedra rota.


IV


Los ojos no están aquí
no hay ojos aquí
en este valle de estrellas que mueren
en este valle hueco
la quijada rota de nuestros reinos perdidos
en este, el último de los lugares del encuentro
vamos a tientas juntos
y evitamos hablar
reunidos en esta playa del río hinchado

sin vista, a no ser que
reaparezcan los ojos
como la estrella perpetua
rosa multifoliada
del crepuscular reino de la muerte
la esperanza solamente
de hombres vacíos.


T. S. Eliot







Nada en propiedad

Fotografía C-man



Nada en propiedad, todo prestado.
Estoy empeñada hasta el cuello.
Tendré que liquidar la deuda
Entregándome a mí misma.

Ahí está todo establecido:
devolver el corazón,
devolver el hígado,
y cada uno de los dedos.

Es tarde para cambiar las cláusulas del contrato.
Me harán pagar la deuda
junto con mi piel.

Ando por un mundo repleto de deudores.
Sobre unos pesa
el embargo de las alas.
Otros, quieran o no,
declararán las hojas.

Cada tejido nuestro
está en el Debe,
Ni una pestaña, ni una ramita
Podrá ser conservada para siempre.

Hasta el último detalle está inventariado,
y todo parece indicar
que hemos de quedarnos sin nada.

No logro recordar
dónde, cuándo y para qué
permití que me abrieran
esta cuenta.

La protesta contra eso
es lo que llamamos alma.
Y es esto lo único
que no está en el inventario.


Wislawa Szymborska