Amé en aquella mirada lo que había de sospecha. Y el miedo de las cosas tenía en aquel espejo la ilusión de disentir del futuro. Contacto: jrubaz@hotmail.com
Los cuatro puntos cardinales son tres: el Norte y el Sur.
"Los
pies praguenses donde vivió Frank Kafka, y sus corbatas negras y sus
sombreros y sus zapatos. El pelo enjuto de James Joyce, cuya mano quemó
Dublín. Los amantes de Luis Cernuda, riéndose a sus espaldas. La
esposa de Shakespeare, vieja y adúltera. Los ojos verdes y estrábicos
de la enfermera jefe de la clínica en que murió Nietzsche. La mano de
mujer que cogió los botines de piqué de Ramón Valle-Inclán y los arrojó
por la ventana. La sífilis saltarina que Gustavo Adolfo Bécquer paseó
por Madrid. La sífilis idéntica pero paseada por París de Charles
Baudelaire. El padrenuestro que reza el fantasma de Rimbaud en una
morgue de Marsella y Dios que se hace el sordo. El padrenuestro que
reza Jorge Manrique antes de soltar la mano de su padre muerto. La risa
de Quevedo mientras evacúa en una esquina de Madrid, en tanto rebota
el mundo en su vesícula como una piedra verde. La madre con gota de
Flaubert. La autopsia de Larra, su joven cerebelo. La carne de la
máscara de Fernando Pessoa. La foto del padre de Dostoievsky en la
billetera de Lenin. La cabeza muy grande de Rubén Darío, tan grande
como su miedo. Las sopas de ajo que marea todas las noches el Manco de
Lepanto con la mano buena mientras se mira con discreción la mano
ausente. Los cien kilos secos que Oscar Wilde exhibe por los cafetines
de París con orgullo marchito. La mano que aúlla de Pablo Neruda. El
cadáver de Cela servido con guarnición de ministros. El gran desfile de
la soledad de todos los tiempos, la soledad y sus palabras, la
literatura."
"Literatura" en Resurrección, de Manuel Vilas, 2005
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